Entre los días 23 y 28
de mayo de 2016, un grupo de veteranos de la Delegación viajamos a los orígenes
de España; pues es bien sabido que "España ye Asturies y sus
conquistas". Salimos con mal pronóstico meteorológico; pero la lluvia que,
en forma no de orvallo, sino de chaparrones puntuales, nos respetó, y no fue un
obstáculo para disfrutar de la excursión. Nuestro Presidente iba especialmente
motivado, porque su homólogo de Oviedo, el coronel Gumersindo Baragaño que
lleva, como él, veinte años en el cargo, es compañero suyo de "cole".
Éste y el comandante Alejo Vázquez nos acompañaron todos los días que
permanecimos en el Principado. Eso, además de un mérito indiscutible que aprovechamos
para agradecer, tiene una ventaja: al ser dos enamorados de su tierra, las
visitas son más documentadas y emotivas.
Comenzamos el
recorrido, como es de rigor, visitando los monumentos del prerrománico
asturiano, en las inmediaciones de Oviedo. No se sabe qué llama más la atención,
si esas estructuras recias de piedra y argamasa o el enclave verde y las vistas
panorámicas de Oviedo a sus pies. El verde, con hasta media docena de tonalidades
distintas, nos acompañaría durante todo el recorrido, con lluvia o con sol.
Tuvimos la oportunidad de visitar detenidamente la Casa de Asturias en Oviedo,
un club "grandón" en plan de lujo concebido para el ocio, con todos
los detalles para niños y mayores. Una joya que en los tiempos que corren poco
propicios para estos espacios da una cierta envidia.
Visitamos Covadonga,
con la basílica y la Cueva Santa. Una vez más llama la atención el enclave
rodeado de montañas de los Picos de Europa y con la magia del agua. Uno se
pregunta el por qué en cada lugar en el que brota un acuífero, se da siempre un
milagro más o menos legendario, pero el verdadero milagro es el del agua.
Parece que la Cueva Santa ya era lugar de culto para los celtas, limitándose la
Iglesia a cristianizar la tradición. Aquí hay que recordar se dio la batalla de
Covadonga en la que Pelayo derrotó al gobernador Munuza, comenzando la
extensión de su reino hasta más allá del Duero. Con la basílica de estilo
neorrománico alemán en el que llaman poderosamente la atención las agujas que
coronan sus torres, se quiso y consiguió crear un espacio patriótico y
religioso, que no se culminó hasta el reinado de Alfonso XII.
Tras la comida en una
"espicha" de Villaviciosa con degustación de sidra y productos de la
tierra, visitamos la antigua Universidad Laboral de Gijón. Es un edificio
"grandón", pretencioso, megalómano e inacabado, cuya construcción se
hace difícil de imaginar en unos años de racionamiento y hambre. Sin embargo, el
proyecto educativo, como el del resto de universidades laborales, posible solo
por la colaboración de varias congregaciones religiosas, tuvo muy buenos
resultados ... mientras duró. Hoy, ya que está, los asturianos tratan de
rentabilizarlo congregando allí diversas actividades culturales.
Gijón es una ciudad
abierta, moderna, industrial, muy distinta de Oviedo, con su playa y su puerto,
hija de la ilustración de un asturiano culto y ambicioso y amante de su tierra.
Gijón no hubiera sido tal sin Jovellanos. Su presencia se siente en el trazado
de sus calles y en asentamiento de sus servicios con inteligencia y previsión.
El museo de la minería,
en la cuenca del Nalón es un edificio también "grandón" y con un
pelín de guiño turístico. Los compañeros de la Delegación de Asturias nos
honraron con su presencia en una comida de Hermandad en Noreña. En Oviedo,
además del centro histórico, visitamos la catedral de San Salvador en la que,
debido a los trescientos años de construcción, se puede ver prerrománico, en la
Cámara Santa, románico, gótico, renacentista y hasta barroco. "Quien va a Santiago
y no va al Salvador visita el criado y no al señor."
Tuvimos, al fin, tiempo
libre para callejear por el Oviedo antiguo y el moderno. Oviedo es una ciudad señorial,
en la que llama poderosamente la atención la limpieza de sus parques, como el
de San Francisco, sus calles y plazas con numerosas estatuas. Nos fotografiamos
con Ana Ozores, la protagonista de la Regenta, que no es una mujer pervertida
que trata de enredar a un cura, sino más bien, una mujer joven casada con un abuelo,
sola, idealista, seducida por el Magistral de la Catedral de Vetusta ... asfixiada
por sus celos, excluida y destruida por una sociedad decadente.
Para llegar al Cabo de Peñas
tuvimos que madrugar y hacer kilómetros, pero merece la pena contemplar la
majestuosidad del peñasco que frena al mar con sus rocas de más de cien metros
de altura. El mar suele batir con fuerza estas costas, pero nosotros lo vimos
encalmado. Todavía nos dio tiempo para adentrarnos en las raíces de Asturias en
el castro de Coaña, donde pudimos imaginar, con ayuda de la guía, la vida de aquellos
astures, de origen celta, más tarde romanizados.
Las villas marineras de
la costa verde las vimos casi en panorámica y a ritmo de bus turístico.
Luarca," la villa blanca de la costa verde", el asentamiento ballenero
y su bello puerto, ... hasta llegar a Cudillero, un hermoso pueblo marinero con
sus casas arracimadas en la montaña ascendiendo al abrigo del viento, con su
amplio puerto pesquero. Al fin, pudimos callejear a placer por sus callejuelas
y pasadizos y comprar algunos recuerdos. En resumen, un viaje cansado, porque
los años empiezan a sentirse y los kilómetros son muchos, pero en el que el
objetivo de convivencia y, en esta ocasión, de confraternización con los amigos
asturianos ha quedado ampliamente cubierto. Seguiremos añorando el verde
asturiano hasta la próxima. ¡Puxa Asturies!
No hay comentarios:
Publicar un comentario