Como todos los años, la
Hermandad de Castellón organizó, durante los días 21 al 29 de junio de 2007, un
viaje al extranjero, en esta ocasión a Helsinki, Tallin, Riga y Vilnius. Así, a
primera vista, pretender conocer cuatro capitales en tan sólo nueve días parece
una temeridad, pero hay que reconocer que la cuidada organización de todos los
detalles del viaje nos permitió llevarnos una magnífica idea general de lo que
son estos países.
Sometidos durante
siglos a diversas ocupaciones, de suecos y de rusos sobretodo, llama la
atención el ansia de libertad que respiran sus habitantes, empeñados en mostrar
a los visitantes sus señas de identidad. Pero su actual tránsito desde la
dictadura soviética a la integración en Europa está siendo muy dura de digerir
y pasarán años antes de obtener los beneficios que esperan.
Agua, tanto del Báltico
siempre presente, como de los miles de lagos que perforan estos países, y
bosques, miles de hectáreas que envidiábamos a nuestro paso, son las imágenes
más impactantes que nos quedan en la retina de los desplazamientos de una a
otra capital.
En todas las ciudades,
dos barrios muy diferenciados, el medieval y el modernista, que han sabido
conservar y que recuperan a marchas forzadas, lo que, en pocos años, les
convertirá en fuertes competidores para atraer a los turistas de todo el mundo.
Y eso que todavía no han comenzado a recibir las ayudas de Europa, como obtuvo
España tras su integración.
Otro aspecto llamativo
es el fuerte resurgir de las prácticas religiosas, a pesar de la terrible
represión sufrida durante décadas. ¿Cómo han logrado mantener las creencias?
Las llamativas iglesias ortodoxas recuperan su esplendor a marchas forzadas,
compartiendo los trabajos de restauración con la presencia constante de fieles.
Curiosamente, fue una
guía polaca (según ella, de Cracovia, que no es lo mismo, pues allí también
cuecen habas, como en España) la que nos mostró las bellezas de los cascos
antiguos y de los barrios Art Nouveau, acompañados de un clima ideal para
nuestro viaje, con tiempo para pasear, conocer y comprar. La elección de los
hoteles, céntricos, permitió realizar escapadas al final de cada jornada.
Como siempre que uno se
aleja de España, cuesta algo acostumbrarse a la comida local y termina uno añorando
los huevos fritos con patatas y chorizo.
Quiso la casualidad que
nos encontráramos con nuestros compañeros de Badajoz, que realizaban el
recorrido inverso al nuestro, lo que demuestra que se va consolidando en todas
las Delegaciones de la Hermandad la realización de este tipo de viajes.
Ricardo Pardo Camacho
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